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EXISTENCIA DE SATANÁS. MITO O REALIDAD?

Por Gerardo Cartagena Crespo





La existencia de Satanás es una de las enseñanzas y doctrinas fundamentales de la fe católica más atacada y negada, hasta el punto que hay quienes estarían dispuesto en negar la divinidad de Cristo con tal de mantener su postura en tal negación.

Ante esta avalancha de nuevos conceptos y doctrinas heréticas que se han estado infiltrando en la Iglesia, me veo en la obligación y urgente necesidad de dar un grito de alerta ante tales atentados contra la fe católica.

Estamos en un tiempo difícil y crucial para la fe. Nos encontramos ante una gran apostasía de la fe, tal y como nos lo advierte San Pablo (2Tesalonicenses 2, 1-12. Ver también Catecismo Iglesia Católica 675-678), que se está propagando como un incendio incontrolable en un bosque. Instituciones de enseñanzas, seminarios, universidades, etc., se están prestando para la proliferación de estas falsas doctrinas que pululan en muchos sectores en la Iglesia. Todo un dar las espaldas a lo que es la Tradición Apostólica y el Magisterio de la Iglesia, como si el Espíritu Santo, por estos dos mil años se hubiese equivocado, y ahora estuviera tratando de corregir y arreglar las “metidas de patas” que ha cometido contra la verdad de la Iglesia.

Entre las verdades de nuestra fe que se están poniendo en duda e incluso, en muchos sectores y ambientes se la está negando, es sobre la existencia de Satanás. Tanto es así que, en una ocasión leí de un teólogo católico quien negaba la existencia de Satanás, dijo estar dispuesto en negar la divinidad de Jesucristo con tal de mantener su postura en torno a la no existencia del diablo.

Y es que el triunfo más grande de Satanás en nuestros tiempos es el de haber conseguido que se le ignore. De tal manera es así que, el hablar o mencionar a Satanás es, en muchas ocasiones, objeto de burla y de rechazo.

Me acuerdo que en una ocasión un sacerdote dio una charla (por cierto, muy buena) en la cual mencionó al diablo en dos o tres ocasiones, y ello le valió el que algunos le criticaran. Igual me pasó cuando di una conferencia sobre las verdades eternas en una parroquia. Supe de una persona que me criticó por estar "metiendo miedo" a la gente con eso de la muerte, el juicio y el infierno. Y es que un grave error de nuestros tiempos es el olvido de nuestro destino eterno y nuestra libre elección del mismo en sus dos vertientes: salvación o condenación. En esto la Iglesia es bien clara y directa cuando, al hablar sobre el pecado mortal nos enseña que, "el pecado mortal es una posibilidad radical de la libertad humana como lo es también el amor.

Entraña la pérdida de la caridad y la privación de la gracia santificante, es decir, del estado de gracia. Si no es rescatado por el arrepentimiento y el perdón de Dios, causa la exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna del infierno; de modo que nuestra libertad tiene poder de hacer elecciones para siempre, sin retorno..." (Catecismo de la Iglesia Católica #1861).

En cuanto a la existencia de Satanás la Iglesia ha sido y es bien clara y directa, de tal manera que quien niegue la existencia de Satanás, en palabras del papa Pablo VI, está fuera de la enseñanza de la Iglesia y de la Biblia.

La Iglesia nos enseña en el Catecismo, entre otras cosas que, "detrás de la elección desobediente de nuestros primeros padres se halla una voz seductora, opuesta a Dios que, por envidia, los hace caer en la muerte. La Escritura y la Tradición de la Iglesia ve en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo. La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios... ("El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos") (Catecismo de la Iglesia Católica #391).

Notemos que cuando la Iglesia dice que "detrás de la elección desobediente de nuestros primeros padres se halla una voz seductora, opuesta a Dios que, por envidia, los hace caer en la muerte" alude claramente al texto bíblico de la tentación y caída que encontramos en el Génesis. Ahora bien, últimamente se está interpretando este texto en otro sentido en el que la serpiente ya no representa a Satanás, sino una religión o divinidad cananea. (De ello hablaré más adelante).

Igualmente, en el fondo, en la forma como se está interpretando todo el texto, se está desligando y alterando el sentido del Pecado Original que Dios ha revelado y que la Iglesia enseña como dogma de fe.

Pero más interesante es cuando la Iglesia al interpretar en el Padrenuestro aquella parte que dice: "líbranos del mal", lo identifica directamente con Satanás, veamos: "En esta petición, el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El "diablo" [día-bolos"] es aquél que "se atraviesa" en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo." (Catecismo de la Iglesia Católica #2851).

Últimamente se está presentando el origen de Satanás como producto de varias leyendas, pero debemos tener en cuenta que Dios se vale de acontecimientos humanos que encierran unas verdades de fe que más tarde Cristo, con el Espíritu Santo, revelará a la Iglesia. Basándose en estas leyendas muchos autores llegan a insinuar que el origen de Satanás y, por lo tanto, su misma existencia no es muy creíble dejando al lector con el amargo sabor de que ha sido engañado con eso del diablo y los demonios, o por lo menos con la duda de su existencia.

Para que no erremos y no nos dejemos confundir de estos superapóstoles --como los llama San Pablo--, escuchemos la voz oficial de la Iglesia en boca de dos grandes maestros de la verdad católica: los Papas Pablo VI y Juan Pablo II.

«¿Cómo se ha podido llegar a esta situación?»

Ésta es la pregunta que se hacía el Papa Pablo VI, algunos años después de la clausura del Concilio Vaticano II, a la vista de los acontecimientos que sacudían a la Iglesia. «Se creía que, después del Concilio, el sol habría brillado sobre la historia de la Iglesia. Pero en lugar del sol, han aparecido las nubes, la tempestad, las tinieblas, la incertidumbre.»

Sí, ¿cómo se ha podido llegar a esta situación?

La respuesta de Pablo VI es clara y neta: «Una potencia hostil ha intervenido. Su nombre es el diablo, ese ser misterioso del que San Pedro habla en su primera Carta. ¿Cuántas veces, en el Evangelio, Cristo nos habla de este enemigo de los hombres?». Y el Papa prosigue: «Nosotros creemos que un ser preternatural ha venido al mundo precisamente para turbar la paz, para ahogar los frutos del Concilio ecuménico, y para impedir a la Iglesia cantar su alegría por haber retomado plenamente conciencia de ella misma».

Para decirlo brevemente, Pablo VI tenía la sensación de que «el humo de Satanás ha entrado por alguna fisura en el templo de Dios» ("El diablo hoy" Georges Huber. Ediciones Palabra S.A.1996).

El 23 de julio de 1986, el Papa Juan Pablo II abordó el tema de la caída de los ángeles que dividió el mundo de los espíritus puros en buenos y malos. «Los buenos han escogido a Dios como bien supremo y definitivo, conocido por la luz de la inteligencia iluminada por la Revelación. Haber escogido a Dios significa que se han vuelto hacia Él con toda la fuerza interior de su libertad, una fuerza que es amor.

Dios se ha convertido en el fin total y definitivo de su existencia espiritual.»

«Al contrario -prosigue el Papa-, los otros ángeles han vuelto la espalda a Dios, a la verdad del conocimiento que muestra en Él el bien total y definitivo. Han hecho una elección contra la revelación del misterio de Dios, contra su gracia que les hacía partícipes de la Trinidad y de la amistad eterna con Dios en la comunión con Él por el amor. Sobre la base de su libertad creada, han hecho una elección radical e irreversible, del mismo modo que los ángeles buenos, pero diametralmente opuesta: en lugar de una aceptación de Dios plena de amor, le han opuesto un rechazo inspirado por un falso sentimiento de autosuficiencia, de aversión e incluso de odio que se ha transformado en rebelión» --Juan Pablo II, Creo en Dios Padre.

Catecismo sobre el Credo (I) ("El diablo hoy" Georges Huber. Ediciones Palabra S.A. 1996).

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que, "sin embargo, el poder de Satanás no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero sólo criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios.

Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños --de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física-- en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero "nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" --Romanos 8, 28- (C.I.C. #395).

El Papa Pablo VI "refiriéndose a algunas publicaciones recientes (en una de las cuales un profesor de exégesis invitaba a los cristianos a «liquidar al diablo»), dijo que «se separan de la enseñanza de la Biblia y de la Iglesia los que se niegan a reconocer la existencia del diablo, o los que lo consideran un principio autónomo que no tiene, como todas las criaturas, su origen en Dios; y también los que lo explican como una seudo-realidad, una invención del espíritu para personificar las causas desconocidas de nuestros males.

Nosotros sabemos, continúa el Papa, que este ser obscuro y perturbador existe verdaderamente y que está actuando de continuo con una astucia traidora. Es el enemigo oculto que siembra el error y la desgracia en la historia de la humanidad.»”

Y en otra parte señala el Papa que, «a propósito del demonio y de su influencia sobre los individuos, sobre las comunidades, sobre sociedades enteras, habría que retomar un capítulo muy importante de la doctrina católica, al que hoy se presta poca atención».

Y para quienes piensan que el Papa Juan Pablo II ha negado dicha existencia, metiendo con ello contradicción y corrupción de la fe, el 24 de mayo de 1987 afirmaba, en el santuario de San Miguel Arcángel en el Monte Gargan que, «el demonio sigue vivo y activo en el mundo».

"En otra ocasión, Juan Pablo II ha puesto en guardia a los fieles contra las insidias del diablo, como por ejemplo en su encuentro con 30,000 jóvenes en las islas Madera (mayo de 1991) donde citó un pasaje significativo de su mensaje de 1985 para El año internacional de la juventud: «La táctica que Satanás ha aplicado, y que continúa aplicando, consiste en no revelarse, para que el mal que ha difundido desde los orígenes se desarrolle por la acción del hombre mismo, por los sistemas y las relaciones entre los hombres, entre las clases y entre las naciones, para que el mal se transforme cada vez más en un pecado 'estructural' y se pueda identificar cada vez menos como un pecado 'personal'».

Satanás actúa, pero actúa sobre todo en la sombra, para pasar desapercibido. Satanás actúa a través de los hombres y también a través de las instituciones" (El Diablo Hoy. George Huber, Ediciones Palabras, S.A, 1996).

Y más recientemente, tenemos el testimonio del Papa Francisco, quien nos asegura que, “Todos somos tentados, porque la ley de la vida espiritual, de nuestra vida cristiana, es una lucha. El príncipe de este mundo -el diablo- no quiere nuestra santidad, no quiere que nosotros sigamos a Cristo. El diablo existe. ¡También en el siglo XXI! Y no debemos ser ingenuos.

Debemos aprender del Evangelio cómo se hace para luchar contra él”.

Y la Iglesia continúa enseñándonos, como doctrina oficial que, "con la expresión «la caída de los ángeles» se indica que Satanás y los otros demonios, de los que hablan la Sagrada Escritura y la Tradición de la Iglesia, eran inicialmente ángeles creados buenos por Dios, que se transformaron en malvados porque rechazaron a Dios y a su Reino, mediante una libre e irrevocable elección, dando así origen al infierno. Los demonios intentan asociar al hombre a su rebelión contra Dios, pero Dios afirma en Cristo su segura victoria sobre el Maligno" (Compendio C.I.C. #75).

Por tanto, en la oración del Padre Nuestro en la que se pide a Dios que nos libre del mal, ese "mal designa la persona de Satanás, que se opone a Dios y que es «el seductor del mundo entero» (Apocalipsis 12, 9). La victoria sobre el diablo ya fue alcanzada por Cristo; pero nosotros oramos a fin de que la familia humana sea liberada de Satanás y sus obras. Pedimos también el don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante en el retorno de Cristo, que nos librará definitivamente del Maligno" (Compendio C.I.C. #597).

"Algunos años antes de la intervención de Pablo VI, el cardenal Gabriel-Marie Garrone denunciaba la conspiración del silencio sobre la existencia de los demonios: «Hoy en día apenas sí se osa hablar. Reina sobre este tema una especie de conspiración del silencio. Y cuando este silencio se rompe es por personas que se hacen los entendidos o que plantean, con una temeridad sorprendente, la cuestión de la existencia del demonio. Ahora bien, la Iglesia posee sobre este punto una certeza que no se puede rechazar sin temeridad y que reposa sobre una enseñanza constante que tiene su fuente en el Evangelio y más allá. La existencia, la naturaleza, la acción del demonio constituyen un dominio profundamente misterioso en el que la única actitud sabia consistiría en aceptar las afirmaciones de la fe, sin pretender saber más de lo que la Revelación ha considerado bueno decirnos».

Y el cardenal concluye: «Negar la existencia y la acción del Maligno equivale a ofrecerle un inicio de poder sobre nosotros. Es mejor, en esto como en el resto, pensar humildemente como la Iglesia, que colocarse, fuera de la influencia benefactora de su verdad y de su ayuda» (El Diablo Hoy. George Huber, Ediciones Palabras, S.A, 1996).

Ésta es la fe de la Iglesia en cuanto a Satanás y los demás demonios se refiere, y ésta es la fe que nos gloriamos de profesar. Por consiguiente, negarla es negar la totalidad de la Revelación y quedarse fuera de la enseñanza de la Biblia y de la Iglesia (SS Papa Pablo VI).

Una exégesis y una apología sobre Satanás

En el libro "Enigmas de la Biblia", Ariel Álvarez Valdés dice: "Hay un enigma que siempre ha intrigado a los lectores de la Biblia, y que tiene que ver con el relato del pecado original: es el de la serpiente que tentó a la mujer en el Paraíso. ¿Quién era realmente? (...)

Una segunda creencia, la más común entre los lectores de la Biblia, es que aquí la serpiente no era un animal real, sino un símbolo del Diablo, una imagen, un disfraz literario del autor para referirse a este ser maligno, que fue quien en realidad tentó a nuestros primeros padres en el Paraíso.

Pero esta solución choca con una gran dificultad, y es que en ninguna otra parte del Génesis se lo nombra al Diablo. Más aún, el Diablo (o Satanás, que es lo mismo) es un personaje desconocido para los autores de los libros bíblicos más antiguos; por eso, jamás aparece en el Pentateuco, ni en los libros históricos, ni en los libros proféticos. ¿Cómo podía conocerlo el autor de este capítulo del Génesis? Los actuales estudios bíblicos afirman, por lo tanto, que aquí no se trata del Diablo. (...)

Lo primero que debemos tener en claro es que la serpiente simboliza a algún personaje o realidad entendible para los lectores de aquella época, porque si no, estos se habrían quedado sin comprender el mensaje.

Ahora bien, por los modernos estudios bíblicos y arqueológicos sabemos que la serpiente, en aquella época, era el símbolo de la religión cananea, que los israelitas encontraron al entrar en la Tierra Prometida. (...)

Además, la religión cananea era muy sencilla y fácil de cumplir. Consistía exclusivamente en ceremonias rituales. No incluía ninguna exigencia moral, ni compromiso personal, ni conversión alguna, ni obligaba a practicar la justicia, el amor o el respeto a los demás. Bastaba con la prostitución sagrada, un rito mágico y supersticioso, para agradar a Dios y obtener la bendición de las cosechas.

Semejante religión era más agradable que las duras exigencias de la Ley de Dios.

Es fácil, pues, imaginar el serio peligro que la religión cananea comenzó a significar para los hebreos, herederos de la austera religión de Moisés.

Fue así como, poco a poco, si bien Yahvé siguió siendo el gran Dios nacional, a la hora de asegurar la fertilidad del suelo y la regularidad de las lluvias empezaron a volcarse hacia la serpiente, símbolo de Baal. Comenzaron a visitar sus templos, a participar de sus ritos, y a introducirse furtivamente en las chozas de las prostitutas sagradas durante las grandes fiestas.

El culto a las divinidades de la fertilidad fue, durante siglos, una permanente tentación para los israelitas. A veces con más fuerza, otras con menos, lo cierto es que Baal y Asherá terminaron seduciendo a los israelitas, que honraban a Yahvé, pero rendían culto apasionado a Baal y Asherá.

Así estaban las cosas, cuando un escritor anónimo del siglo X decidió escribir un relato (nuestros actuales capítulos 2 y 3 del Génesis), para denunciar los peligros que estaba ocasionando la religión cananea entre sus hermanos israelitas. Según él, la sociedad toda (representada en Adán y Eva) debía estar viviendo en un Paraíso. Y, sin embargo, vivía en medio de injusticias, hambre, dolores, muerte.

Y la causa de todos estos males no era otra que la serpiente, la religión cananea, que llevaba al pueblo a refugiarse en meros ritos exteriores y a olvidar las elevadas exigencias de la Ley de Dios. A buscar la protección de Dios y la felicidad no a través de una vida moral, justa, honesta, al servicio a sus hermanos, sino mediante meras prácticas fetichistas.

El autor del Génesis quiso referirse a los males que en su sociedad estaba ocasionando la religión cananea. No habla de un hecho sucedido en los orígenes de la humanidad, ni pretendía culpar a una pareja determinada por los males que existían en el mundo. Si presenta este pecado como cometido en los orígenes, es para decirles a los lectores que ese pecado (el de seguir a la religión cananea) está en el origen, en la raíz, en la base de todos los otros males sociales. Y les advierte sobre las posibilidades futuras (las de construir un Paraíso), que se están perdiendo por su mal proceder.»

Nota aparte: De esta manera, según puedo entender, todo vínculo o referencia al dogma del Pecado Original queda roto y se pierde en la nada. Si la intención del hagiógrafo no era hablar "de un hecho sucedido en los orígenes de la humanidad", sino el de presentar éste determinado pecado --"el de seguir a la religión cananea- como el origen, raíz y base de todos los otros males sociales", entiendo que todo intento de interpretar este texto para establecer una base de apoyo para la doctrina y eventual dogma de fe del Pecado Original, no tiene sentido ni conexión alguna.

No sé si el lector ha caído en la cuenta de la gravedad del asunto cuando se quiere presentar como única interpretación válida la de sólo el autor secundario, sin tomar en cuenta la intención del Autor Primario. No niego, desde el punto de vista histórico, que la razón del hagiógrafo para escribir dicho relato sea el aquí presentado, pero ello es solamente si se toma en cuenta únicamente al autor sagrado o secundario, pero, ¿y el Autor Primario? Si tomamos en cuenta la interpretación de la Iglesia (interpretación realizada bajo el influjo o inspiración del Espíritu Santo), entendemos que la intención de Dios era revelarnos una verdad de fe sobre un acontecimiento ocurrido en los orígenes de la humanidad. Y así, Dios, valiéndose de un acontecimiento humano inspira a este autor (que ha vivido y experimentado dicha experiencia humana que ha puesto en peligro la fe del pueblo de Dios) para transmitirnos una verdad escondida en dicha narración y que el Espíritu Santo se encargará de darla a conocer por medio de la Iglesia de Jesucristo.

Y así, aclarado el asunto, ¿por qué ese empeño de poner como única interpretación válida la materialidad de la narración del hagiógrafo sin considerar la intención del Autor Primario que así lo ha manifestado en su Iglesia? (Para quien desee un conocimiento más extenso y profundo sobre la doctrina oficial de la Iglesia del pecado original, remito al lector al Catecismo de la Iglesia Católica, números 388- 390 y 396-421). Continuemos leyendo:

«Con el transcurso de los siglos desapareció la religión cananea, y entonces la serpiente perdió su primitivo sentido y pasó a ser para la mentalidad judía un símbolo del mal, del adversario divino, del pecado.

Cuando en el exilio de Babilonia, siglos más tarde, los israelitas conocieron la figura de Satanás o Diablo, lo identificaron con su antiguo símbolo del mal, la serpiente del Paraíso».

Nota. Este hecho, que pudiera ser histórico, es el medio por el que Dios se valió para revelarnos una realidad que escapa al conocimiento humano: la existencia de un ser espiritual que, por envidia contribuyó a que el mal se hiciera presente en el mundo. Verdad ésta y de fe divina contenida en dicha narración del Génesis. Recordemos que dentro del proceso de la Divina Revelación Dios se vale de los acontecimientos humanos para dar a conocer dichas verdades, y que la Iglesia, por influjo del Espíritu Santo, sacará a luz y dará a conocer.

«Y por eso, novecientos años después del Génesis, el libro de la Sabiduría dice sin problemas: "Por envidia del Diablo entró la muerte en el mundo" (Sab. 2, 24). Ésta es la primera vez que la serpiente del Paraíso, que en el Génesis representaba a la religión cananea, aparece identificada con el Diablo. Y desde entonces esta idea se popularizó entre nosotros.

También el Apocalipsis, cuando habla del Dragón (o sea, el poder político enemigo de Dios), dice que es el Diablo y la Serpiente (Apc. 12, 9; 20, 2). Todo enemigo de Dios será, desde ahora, el Diablo y la Serpiente.»

Así, el texto interpretado de esta manera, tomando en cuenta solamente al hagiógrafo desliga, fácil y gratuitamente, todo vínculo de la serpiente con Satanás. Pues lo que cuenta es la intención del autor secundario. De esta forma y manera es fácil establecer que la Biblia no enseña para nada la existencia de Satanás, y que tal personificación con el mal es fruto de leyendas y una mentalidad primitiva. De este modo, si no se le niega directamente, se pone en duda su existencia. (De igual forma se están negando indirectamente otras tantas verdades de fe sin tener que negarlas directamente).

Ahora bien, aunque esta interpretación es bastante lógica y razonable, plantea un problema serio: todos los cristianos creemos que la Sagrada Escritura es de inspiración divina, es decir, Dios es el Autor Primario de las mismas.

Por lo tanto, es él y sólo él quien le da el carácter de libros inspirados a los textos bíblicos. Por consiguiente, la intención de Dios va por encima y primariamente a la del autor secundario, por lo que hay que buscar cuál es la intención de Dios al inspirar dicho texto: el mensaje o revelación divina escondido detrás del acontecimiento humano que Dios quiso fuera consignado en la Biblia.

Así pues, partiendo de la premisa de que la intención del autor secundario del texto del Génesis es tal y como lo comenta Ariel Álvarez, de ello no se puede deducir o concluir que esa es la única intención en el texto, puesto que si es así, entiendo que se eliminaría la razón de la inspiración divina que hace del texto uno inspirado.

Volviendo a lo ya expuesto entiendo yo (y así lo entenderán muchos otros), que Dios, valiéndose de estos acontecimientos humanos, inspira a este autor para que, redactando desde su experiencia y visión humana, una enseñanza conteniendo, puedo decir, ocultamente una verdad sólo por Dios conocida, y que llegado el momento oportuno inspiraría a otros autores sagrados a interpretar dicho texto de acuerdo a su intención: el verdadero propósito por el cual Dios inspiró el texto del Génesis. Y así, por ejemplo: Sabiduría y Apocalipsis.

Por consiguiente, aunque la serpiente simbolizaba para el autor secundario una religión o divinidad pagana, para Dios es símbolo de una realidad espiritual, de aquel que desde el principio aparta al hombre de su amistad. Era y es símbolo de Satanás, del ángel caído, el cual será dado a conocer más tarde en la revelación por medio de la Iglesia.

Otro ejemplo, que se puede aludir al cual se quiere interpretar sólo por la intención del autor secundario sin tener en cuenta la del Autor Primario, es el siguiente:

En "Enigmas de la Biblia", libro 6, Ariel Álvarez comenta: «...el himno que dice: "Cómo ha acabado el tirano. Cómo ha terminado su soberbia... La tierra ahora está tranquila y quieta, y grita de alegría... Bajo la tierra, los infiernos se estremecieron por ti, y salieron a recibirte... Tu soberbia ha sido arrojada a los infiernos. Tienes una cama de gusanos, y tus frazadas son las lombrices. Cómo has caído del cielo, Lucero (en latín, Lucifer), hijo de la aurora. Has sido abatido a tierra... Tú que decías en tu corazón: «Subiré hasta el cielo, pondré mi trono encima de las estrellas de Dios, me sentaré en la montaña donde se reúnen los dioses, subiré a la cima de las nubes, seré semejante a Dios». Pero ¡ay!, a los infiernos has sido arrojado. A lo más hondo del pozo” (Is. 14, 4-15).

Los santos padres, pues, al comentar este himno, decían que cantaban la caída de Satanás. Pero hoy los estudiosos de la Biblia afirman que el himno celebra la muerte de un rey de Babilonia (cuyo nombre no sabemos), y no la caída de Satanás. Se trataba de un rey tan orgulloso y altanero que se creía un dios. Por eso Isaías, burlándose, lo llama "Lucero" (la estrella más magnífica y brillante de la madrugada, venerada como un dios). Ese rey babilonio terminó sus días como cualquier mortal: muriendo y bajando a los infiernos (o sheol, donde se pensaba que habitaban los muertos). Por eso Isaías en su himno se burla del monarca, comido por los gusanos.

El haber creído que este himno se refería al Diablo, llevó a pensar que "Lucero" era el nombre del Diablo. Y como "Lucero" en latín se dice Lucifer, al Diablo se lo empezó a llamar Lucifer. De ahí que durante siglos, y hasta el día de hoy, erróneamente a Satanás se lo denomine Lucifer...»

Y así, como el texto del Génesis, se vuelve a caer en el mismo error de interpretar el texto con sólo la intención del autor secundario, olvidándose la intención de Dios quien valiéndose de una experiencia humana nos quiere transmitir una verdad escondida, una verdad de fe divina y que más tarde la Iglesia, guíada e iluminada por el Espíritu Santo, nos revelaría esa verdad. Es decir, no niego el hecho del acontecimiento humano tal y como es interpretado y expresado por Álvarez Valdés. Lo que sí estoy en contra es que se quiera dar esa interpretación como la única válida y posible, eliminando con ello la intención del Autor Primario, esquivándose o evitándose así la verdad de fe divina escondida y revelada, por la cual Dios guió al autor secundario para que lo consignara como parte de las Escrituras.

Luego, según el Autor Primario quien se ha valido de la experiencia humana del hagiógrafo, la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis sí enseña, como una verdad de fe revelada, la existencia y realidad de Satanás, y que la Iglesia de Jesucristo así lo ha confirmado al darlo a conocer como una verdad incuestionable de fe, por lo que todo católico, si quiere permanecer en comunión con la Iglesia y salvarse, deberá creer y defender dicha verdad de fe.

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